Coliumo, fin de semana, 3:45 horas, comienza a temblar, los vecinos arrancan. Mi padre nos instruyó que cada vez que la tierra se moviera, debíamos subir al cerro y aguardar un tiempo prudente, ya que en el año 1939 y 1960 hubo maremoto. No conoció el concepto de tsunami ni sus alcances.
El pueblo entero, se puso a resguardo, intuían que el imponente mar arrasaría con todo lo que estuviese a su paso.Gritos de alarma que destemplaban el viento, ecos, tambores, voces al unísono que conminaban a correr, el mar se estaba recogiendo, sonidos guturales que despertaban los adormecidos sentidos. Todos corren en una caravana organizada y caótica. Es un desfile de siluetas que cruza la noche y se pierde entre los árboles.
5:20 de la madrugada, todos los residentes cual procesión vigilan el mar.
De pronto viene una ola y con una suavidad estremecedora abraza el segundo piso de una casa que se ha convertido en una imagen emblemática de portadas de los periódicos nacionales y que evidentemente grafica la poderosa fuerza del tsunami. Las olas la arrancan con una lentitud metódica, luego envuelve el resto del poblado y lo acaricia, lo seduce, lo envuelve, lo conquista, solicita permiso para transportarlos lejos de sus cimientos. Las embarcaciones emergen y se entrecruzan, la gran ola arrastra contenedores, casas, artefactos, provocando un sonido estridente y ensordecedor, chocan entre si, se golpean y empujan es una danza de botes, tablas, quitasoles, sillas de playa y troncos desarraigados. Las lanchas solo son barcos de papel que un niño fabricó en el jardín.
5:50 horas, llega la segunda ola, se une a la primera en una danza frenética y desafiante, con una fuerza despiadada culminando el trabajo de arrancar los añosos aromos, de socavar la tierra, de fisurar las plantas y de secar las hojas con solo tocarlas . Todo empieza a centrifugarse y a remecerse en un torbellino de espuma y sal. El silencio de quienes espían en el cerro, sumado al eco que produce el estruendo de las olas es presagio de destrucción.
6:15 horas , es el turno de la tercera ola, simplemente juega, trepa los árboles, desnuda las casas, arrasa con los juguetes, lava las rocas, borra los cercos, doblega los alambres de púa, clausura los límites, abre los caminos, unifica las servidumbres de tránsito y se lleva la playa y los castillos de arena .
En el cerro todos observan atónitos. Se escuchan débiles exclamaciones. Nadie se atreve a interrumpir, sería un acto de suprema insolencia.
Desde el cerro se divisa solo agua y techumbres flotando. Nadie quiere abrir los ojos, evitan mirar lo que un día antes era su mundo.
El día siguiente al tsunami, el paisaje es desolador. Un lugar frente al mar, denominado “La cancha” es un acopio de sueños, trabajo, ilusiones, latas de cerveza, sillas y recuerdos.
En la entrada de Coliumo imponente y erguida se encuentra la embarcación "Águila Real”, navega sobre el mustio pasto. Metros más arriba está lanzado sobre el costado de una chacra el barco de la estación de biología marina de Dichato, perteneciente a la Universidad de Concepción.
En un jardín yace un bote cuyo nombre es "Tiburón I, Dichato" y en otro, una embarcación que reza “Cuenta Conmigo, Dichato”, en un patio cercano a la que un día fue nuestra casa, descansa el laboratorio del centro de biología marina.
La caleta de pescadores propiamente tal, llamada “Caleta del medio” desapareció y con ella el sueño de las mujeres recolectoras de algas y de los pescadores que perdieron sus embarcaciones en la danza delirante de las olas que acabaron con el esfuerzo de todas sus vidas.
Lunes 01 de Marzo, con Francisco mi hermano, por fin y luego de la falta de conectividad llegamos a Coliumo.
Quedamos paralizados ante el panorama que se nos presentaba. Indudablemente estábamos frente a un nuevo paradigma geográfico.
Existe un lugar llamado “Caletones” .El lugar tenía el siguiente orden: bosque, playa, roquerío y mar. Desapareció la playa. No obstante esta paralización fue temporal ya que al llegar a Dichato nos petrificamos. Imposible describir el cúmulo de sensaciones que experimentamos.
Lo nuestro trasciende la pérdida material, es un estado de orfandad y desamparo. Con Coliumo y Dichato tenemos un lazo afectivo indisoluble.
Entonces la nostalgia se instala gripalmente en nuestras células y se adhiere a las paredes y exhalamos melancolía. Es una cuestión viral porque se contagia hasta el viento quien percibe olfativa y cinestesicamente esta sudoración ya que estamos empaticamente sombríos.
Las mujeres de la familia nos volvemos Magdalénicas y lloramos, pero no es un llanto personalísimo sino genérico ya que lloramos por mi madre, por nosotras y por todas aquellas mujeres de la caleta del medio, por las recolectoras de algas y por todos aquellos a quienes se interrumpió abruptamente el sueño…
jueves, marzo 25, 2010
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